La leyenda de Mayahuel

 El nacimiento del agave

 

Alrededor del origen del agave existe una leyenda que habla de la trágica historia de un par de dioses enamorados, por ello, no es sorpresa que éste sea la materia prima para la creación de Cómplice de Amor, un mezcal reposado ideal para los amantes que no se conforman con lo convencional.

Según una antigua leyenda precolombina, todo inició poco después de la creación de la tierra. Aunque sus primeros habitantes habían sido dotados con alimentos y el conocimiento para cosecharlos, los dioses creían que a éstos les hacía falta algo más, un regalo que les provocara alegría y despertara sus espíritus.

Después de mucho pensarlo, el joven Quetzalcóatl recordó a la hermosa diosa Mayahuel, quien vivía en el cielo y era poseedora de una planta mágica que podía ser al mismo tiempo hogar, alimento, bebida y vestimenta. Sin embargo, Mayahuel era prisionera de su abuela Tzitzímitl, un demonio celestial cuyo propósito era impedir cada día la salida del sol.

Decidido a contactarla, Quetzalcóatl se transformó en Ehécatl, el viento cósmico, logrando escabullirse una noche al lado de la doncella. Por medio de palabras dulces y susurros, Quetzalcóatl sedujo a Mayahuel y la convenció de escapar con él para repartir sus regalos entre los mortales, y ella, aun sabiendo el terrible castigo que le depararía si llegaban a atraparla, aceptó.

En el trayecto hacia la tierra, la pareja se enamoró profundamente el uno del otro y se juraron amor eterno; sin embargo, la abuela de Mayahuel pronto se dio cuenta de su ausencia y, acompañada por un grupo de demonios, dio caza a los fugitivos.

En un intento por ocultarse, los dioses amantes se fundieron en un abrazo y tomaron la forma de un árbol de dos ramas. Pero Tzitzímitl logró reconocer cuál rama era su nieta y, arrancándola con despiadada ira, la repartió como alimento entre sus compañeros, quienes la devoraron en el acto. Devastado, Quetzalcóatl enterró los restos de su amada y de éstos brotaron tiempo después las primeras plantas de agave.

Posteriormente, con el pasar de los años, los dioses desataron una tormenta sobre los campos de agave y varios rayos cayeron sobre el corazón de la planta, quemándolo de tal manera que éste desprendió una sustancia con un dulce aroma, el mezcal. El destilado que acompaña los momentos que se comparten con un cómplice de amor.